
El I Torneo de Valleahogado
El pasado sábado 3 de Noviembre del 2018, los Hijos de Valleahogado organizamos nuestro primer evento público, un poco a la aventura y con mucho éxito.
Todo comenzó a las 9:30, con cuatro monjes reuniéndose de buena mañana en una pineda olvidada por los dioses para organizar los preparativos y acotar el terreno, los Pinos de Octáriz, en Calatayud.
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Poco a poco fuimos recibiendo a nuestros contendientes, la inmensa mayoría provenientes de La Compañía Exiliada, grupo aficionado al softcombat y la recreación histórica del s XII bastante simpático y participativo, que no dudaron en echar una mano y unos cuantos pares de ojos a lo largo de toda la jornada.
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Después de presentaciones, advertencias, reglas y otros quehaceres, comenzó el plato fuerte del día. La primera prueba (y parte central del evento) fueron los Rieptos. Once contendientes bien pertrechados y entrenados se enfrentaron repartidos entre tres tablas en duelos uno contra uno para demostrar su habilidad con las armas. Los campeones de cada una de las tablas se enfrentaron simultáneamente en una ronda final, todos contra todos, saliendo vencedor el mismísimo capitán de la Compañía Exiliada, al que tuvimos el honor de nombrar Paladín de Valleahogado.
Si bien los Rieptos eran el acto principal, el siguiente acto fue el más solemne: el almuerzo, al que por fortuna pudieron sumarse algún vecino de Valleahogado perdido por los caminos y otros dos viejos colegas de la Compañía Norte de las Espadas de Krotar, venidos desde tierras vascas. Las batallitas sobre Forjacero (evento de softcombat en Madrid que clausuró hará un par de años) y la Isla Esmeralda (evento LARP organizado por Versum en el País Vasco) no tardaron en tomar todo el protagonismo... y despistar a la concurrencia de los oscuros entresijos de viejas maldiciones.
¿Por qué ibamos a querer los Hijos de Valleahogado un Paladín si no es para enfrentarse a algo muy malo? Concretamente, un viejo acertijo sobre el pasado olvidado de esta tierra que ninguno de nosotros habíamos logrado resolver.
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Para el mío nombre averiguar
espero has de saber
debes tener confianza en el Padre
roca sólida y sol de plata
observa con los ojos igual que Él.
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La clave para mi nominativo
una pista tiene
no siempre hay que andar,
a veces hay que caer para avanzar.
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¿Lo resolvió? ¿Lo podéis resolver? No lo supimos en aquel momento. Así que dimos paso a la segunda parte del Torneo, para intentar borrar el incómodo momento de la mente de nuestros invitados.
El Paso de Armas dividió a la multitud en dos equipos, liderados por el Paladín y el primer Campeón respectivamente, enfrentándolos por el dominio de un viejo fortín ruinoso, poniendo a prueba su habilidad para comandar, organizar y colaborar... además de luchar, evidentemente. La confrontación, aunque amistosa, estuvo muy reñida hasta los últimos minutos de juego, en los que el bando del Campeón (bajo la enseña de un dragón que para naaaada es el de Gales, ejem) logró la victoria sobre el bando del Paladín (bajo la enseña del león rampante que, obviamente, Zaragoza nos ha copiado).
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Cuando tocaba rendir honores y tributos a nuestros campeones del Paso de Armas, el Paladín empezó a mostrarse indispuesto. Los síntomas fueron confusión, delirio e instintos homicidas contra sus compañeros de armas; nuestros expertos diagnosticaron un caso grave de ¡Maldición de Valleahogado!
El Paladín, hombre de mente y brazo hábiles, había resuelto el viejo acertijo, y el conocimiento prohibido despertó la vieja maldición del Taumaturgo, que intentó consumirnos a todos mediante una muerte rápida y terrible. Cada golpe fatal que el Paladín maldito asestaba, extendía la locura homicida a sus víctimas como una plaga. Sin embargo, los contendientes no se achantaron ante la situación, apretaron filas, cerraron escudos y se enfrentaron al mejor guerrero del Torneo hombro con hombro, logrando su derrota. O algo así. La Maldición levantaba al Paladín caído una y otra vez, bajo el precio de una letra gritada a viva voz por voces tenebrosas. Una pe, una e, seguidas de una de, y luego una erre se sucedieron, mientras los supervivientes intentaban derrotar de forma definitiva a un Paladín maldito que no parecía ser capaz de ser detenido, mientras el número de infectados por la plaga sobrenatural aumentaba, hasta que la voz de una de nuestras participantes resonó clara sobre la algarabía...
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¡Pedro Luna!
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Y en ese preciso instante, el Paladín y todas sus víctimas cayeron postradas al suelo, tan magullados y doloridos como confusos, libres de cualquier mácula que hubiera podido causar la Maldición. Vivos y a salvo, pasada la tempestad, olvidamos el Torneo y el acertijo, tan sólo preocupados por celebrar que todos viviríamos para contarlo, jurando en aquella pineda que regresaríamos una vez más para celebrar que la camaradería nos había rescatado de las garras feroces del Olvido.
Sin embargo, ahora que lo pienso... ¿Quién diantres es Pedro Luna?
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¡Sorpresa! El Torneo desde la perspectiva de nuestros amigos de La Compañía Exiliada.
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